El arlequín

Qué decir, si a este libro lo maldicen los silencios, le hacen corro las palabras ateas y puede ser pasto de las manos y los ojos como de las alimañas. Qué decir sin usar burdas palabras, sin relamerse los labios cada vez que se lee, sin morderse y apretarse hasta provocar moratones a nuestro silencio, a nuestra respiración entrecortada, a nuestro placer de ser anónimos ante la mirada estupefacta de cada letra escrita, de sus renglones prohibidos, torcidos, desaliñados y delicadamente sencillos. Qué decir sin volverse abrupto e indómito, sin sentirse devorado por su pureza, sin sentirse estrangulado y pintado por sus tripas, por lo visceral de su presencia, por la luz de cada escondite al que te lleva. Qué decir si después de leerlo querrás sacarte la suciedad que este libro te dejó entre las uñas con la punta de la lengua