Descubre el cálido abrazo de sabores del Mole Rojo, una sinfonía de chiles y especias que devela el alma de México. En Sanborns, esta experiencia culinaria te invita a saborear lo auténtico y especial.
El mole rojo es un platillo emblemático de la gastronomía mexicana con raíces que se entrelazan entre la época prehispánica y la influencia colonial. Su nombre proviene del náhuatl *molli* o *mulli*, que significa "salsa" o "mezcla".
Los registros históricos indican que las culturas mesoamericanas ya elaboraban salsas complejas con ingredientes como chiles, semillas de calabaza, jitomate y hierba santa. Estas mezclas se servían con carnes como guajolote (pavo), pato o armadillo en ceremonias religiosas como ofrendas a los dioses. El *chilmulli* o *chilmole*, una salsa caldosa mencionada en códices del siglo XVI, es considerado un antecesor directo del mole.
Con la llegada de los españoles, se incorporaron ingredientes como especias (clavo, canela), nueces, chocolate y técnicas culinarias europeas. Una leyenda popular atribuye su creación a sor Andrea de la Asunción, monja del Convento de Santa Rosa en Puebla, quien habría improvisado la receta para agasajar al virrey Tomás Antonio de Serna en el siglo XVII. Sin embargo, estudios recientes señalan que esta narrativa carece de sustento histórico y resaltan que el mole es resultado de un proceso gradual de mestizaje culinario.
Ingredientes clave: Incluye variedades de chiles como ancho, mulato y pasilla, combinados con tomate, ajonjolí, almendras y especias. En algunas recetas se añade chocolate para equilibrar los sabores.
Variantes regionales: En Oaxaca se prepara el *mole colorado*, mientras en Guerrero se sirve con carne de cerdo y tamales de frijol. Morelos lo elabora con chiles criollos y hierbas como mejorana.
Uso ceremonial: Aunque hoy se consume en festividades como bodas o Día de Muertos, originalmente era un platillo ritual reservado para ocasiones especiales.
La famosa leyenda de fray Pascual tropezando con ingredientes frente a una olla es considerada apócrifa. Tampoco hay evidencia de que el chocolate se integrara antes del siglo XIX, pese a ser un elemento central en versiones modernas. Este platillo simboliza la fusión cultural: mantiene técnicas ancestrales (como el uso del metate) mientras absorbió influencias árabes y europeas. Su preparación sigue siendo un ritual que preserva la identidad gastronómica mexicana.
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