Jugosas y doradas, las carnitas son una sinfonía de sabores que se deshacen en el paladar. Un deleite tradicional que captura la esencia de México. Disfrútelas en Sanborns y haga de cada bocado una celebración.
Las carnitas, uno de los platillos más emblemáticos de México, tienen un origen vinculado al mestizaje cultural y a la introducción del cerdo en América durante la colonización española. Su historia combina técnicas culinarias europeas con adaptaciones locales, consolidándose como un ícono gastronómico criollo. Aquí su trayectoria:
Introducción del cerdo: Los cerdos llegaron a México con Hernán Cortés en 1521, como parte del ganado traído desde España. Este animal se integró rápidamente a la dieta local por su versatilidad y facilidad de crianza.
Técnica criolla: A diferencia de platillos mestizos como la barbacoa, las carnitas son 100% criollas. Los colonizadores comenzaron a freír la carne de cerdo en su propia manteca, usando solo sal y especias básicas para conservarla y realzar su sabor.
Primeros registros: Bernal Díaz del Castillo documentó en 1521 un banquete organizado por Cortés en Coyoacán donde se sirvió carne de cerdo frita, considerado un antecedente histórico clave.
Aunque varios estados (Hidalgo, Querétaro, Jalisco) reclaman su origen, Michoacán destaca por dos razones:
1. Quiroga: Pueblo famoso por su técnica única de preparación, que incluye cocción lenta en cazos de cobre y el uso de ingredientes como jugo de naranja o leche condensada para dar dulzor.
2. Santa Clara del Cobre: Comunidad especializada en fabricar los cazos tradicionales de cobre, utensilio esencial para lograr la textura crujiente y dorada característica.
Revolución Mexicana: Se popularizaron como comida práctica para alimentar a tropas y campesinos debido a su capacidad para cocinarse en grandes cantidades.
Variantes regionales: En Jalisco se asociaron con las tortas ahogadas (desde 1930), mientras en Michoacán se perfeccionó el método con hierbas como laurel y técnicas ancestrales.
Reconocimiento global: En 2023, Taste Atlas las nombró el mejor platillo de cerdo del mundo, destacando su mezcla de sabores dulces y salados.
El proceso michoacano auténtico incluye:
Corte: Uso integral del cerdo: maciza (lomo), cuerito (piel), buche (estómago), entre otras 20 partes.
Cocción: Fritura en manteca dentro de cazos de cobre a fuego lento (2-3 horas), con adición de líquidos como cerveza o jugo cítrico para ablandar la carne.
Acompañamiento: Servidas en tacos con cilantro, cebolla, salsa verde y limón.
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